jueves, 28 de enero de 2016

El "héroe" de "Peña Lemona" o la estela de un recuerdo

Capilla y monumento a los Caídos en Peña Lemona.

El escultor italiano Lucarini se afincó a principios del siglo XX en Vitoria para trabajar en la construcción de la Catedral Nueva de la ciudad. Tuvo varios hijos, de los cuales Joaquín y Amador heredaron el talento paterno para la talla en piedra y bronce. Joaquín desarrolló una interesante obra artística en la preguerra y llamó la atención a los políticos locales alaveses, que contaron con él para ornamentar proyectos como el moderno Sanatorio de Leza. Esta obra fue todo un pelotazo urbanístico, nada nuevo en el Bienio Negro dominado por el lerrouxismo. Con el golpe de Estado, Joaquín se apresta a colaborar con los sublevados y se reorienta hacia el estilo monumentalista del nuevo régimen. En esta onda esculpe el primer Monumento a los Caídos que se erigió en Vitoria-Gasteiz, otro en Logroño y más tarde, en la década de 1950, esculpe la cruz que todavía corona la cima de Pena Lemoa (Bizkaia). En el pedestal se podía leer la siguiente inscripción, hoy destruida: A los que en defensa de una civilización dieron su vida por Dios y por España en esta Peña. 5 junio 1937.

La cruz en la actualidad, con la inscripción original mutilada.

El otro hermano, Amador, era un anarquista de pura cepa. Combatió en el Eusko Gudarostea en un batallón de la CNT y llegó a capitán. Se rindió a los italianos en Santoña y le cayó pena de muerte, conmutada por treinta años de prisión que al final le quedaron en seis. Su turismo penitenciario comenzó en El Dueso y prosiguió en Burgos. Jamás renunció a sus convicciones ideológicas. Siguió siendo activista en la cárcel y nada más salir de ella se embarcó en la organización de la primera huelga que vivió el franquismo, en Bilbao, en 1947. Otra vez a la trena, y así sucesivamente. Los contactos de su hermano Joaquín le sirvieron para recobrar la libertad en los 50, si bien bajo la prohibición expresa de no exponer o trabajar oficialmente en el mundo del arte. Joaquín decide emplearlo como ayudante en su taller, centrado sobre todo en el mundo funerario. Los dos hermanos esculpen las estatuas de temática cidiana que coronan el puente de San Marcos en Burgos, y que fueron inauguradas por Franco en 1956. El Caudillo no podía sospechar que habían sido manos anarquistas las que habían cincelado esas efigies que representaban los orígenes castellanos de la Gloria Imperial de España.
Peña Lemona era fundamental en el avance franquista sobre Bilbao. Aquí se libraron cruentos combates a comienzos de junio de 1937. Tras la toma de la posición, se convirtió en una referencia en la topografía de la memoria requeté. En la batalla murió un joven carlista, de nombre Borja, sobrino y ahijado del general Mola (éste falleció también en accidente aéreo por los mismos días). Su cuerpo nunca apareció. Su madre, la Marquesa del Infantado, ordenó la construcción de un templo en su memoria. Esta capilla se encuentra hoy en ruinas, lo cual llama la atención si tenemos en cuenta el papel jugado por las cumbres en el cristianismo vasco. En una conferencia en Vitoria-Gasteiz la semana pasada, Iñaki García Uribe, al hablar del Monte Gorbeia, recordaba cómo los vascos se tomaron muy en serio la indicación dada por León XIII para coronar las cumbres de la Cristiandad con cruces al inaugurarse el siglo XX. Hasta 250 cruces fueron levantadas en territorio vasco. En un país en el que los montañeros hasta llevaban Belenes portátiles en Navidad a lo alto de las cumbres, resulta extraña la ruina fantasmagórica de la ermita erigida por la duquesa. Lógicamente todo ello tiene una explicación. La construcción de la memoria de los vencedores se benefició en Euskadi del catolicismo popular. Así pues, perduran monumentos requetés en forma de Via Crucis, cruces y capillas debido a su uso religioso hasta la actualidad.  Sin embargo, éste no es el caso. Volveremos sobre esto un poco más adelante.

La capilla en homenaje a Borja y los requetés, hoy en ruinas.

Almudena de Arteaga es una aristócrata de la casa del Infantado que se hizo famosa por su novela sobre la princesa de Éboli. Afincada en el palacio familiar en Sevilla, esta mujer noble acaba de publicar una nueva novela centrada en la figura de su pariente Borja, el requeté fallecido en Peña Lemona. La autora recoge una carta manuscrita de puño y letra de Borja dirigida a su madre y que resume muy bien todo el fanatismo y la mitología heroica del carlismo, repetida hasta la saciedad durante cuarenta años:

Queridísima mamá, quisiera escribirte una larguísima carta, pero no puedo ni me siento capaz de hacerlo. Esta carta es una despedida, pues creo que esta tarde Dios me llamará. No entro en los detalles de los que ya te enterarás. Lo único que quiero es decirte que tengas valor y que no llores por mi, pues estaré mucho mejor que en esta tierra. Es duro el sacrificio, pero Dios y España nos lo exigen y no podemos regateárselo. Dale un abrazo muy fuerte a Papá; dile que quisiera evitarle este nuevo disgusto, pero no puede ser Te abraza fuertemente tu hijo que te espera allá arriba. Adiós y Viva España. F. Borja.

Desde junio de 1937 y hasta la llegada de la democracia, la memoria familiar de la Casa del Infantado se confundía con la memoria de los vencedores, con un recuerdo obligado y permanente que ocupaba el espacio público y construía el paisaje simbólico en el que la sociedad era aculturada. Borja era uno de esos que defendieron la civilización contra los rojos en los que pensó el escultor Joaquín Lucarini a la hora de esculpir su monumento a los Caídos.

Recuerdos de guerra de Borja

En la actualidad, la administración local y la ciudadanía de Lemoa quiere reconvertir la capilla en un museo de la guerra civil, desmantelar la cruz y el Via Crucis, trabajar por la dignificación de las víctimas del régimen franquista y recuperar la memoria y los restos de los gudaris y milicianos muertos en su lucha a favor de la democracia y contra el fascismo. La Asociación Lemoatx 1937 organiza cada año campos de trabajo internacionales para excavar y poner en valor las trincheras de Pena Lemoa. Su proyecto fue presentado en el I Congreso Internacional de Arqueología de la Guerra Civil (Vitoria-Gasteiz, 9-13 de diciembre de 2014)
Los combatientes vencidos en Pena Lemoa y en otros escenarios del frente de Bizkaia no tuvieron la misma suerte que Borja a la hora del recuerdo y del respeto a su memoria. A lo largo de este mes de enero, se han exhumado los restos de tres gudaris fallecidos en combate en Larrabetzu. La democracia, el gobierno de Euskadi, ampara la recuperación de la memoria de los vencidos.

La futura XX Duquesa del Infantado en su palacio sevillano.

Almudena de Arteaga concede entrevistas en su palacio sevillano, como la que sigue:

P. ¡Qué responsabilidades deberá asumir cuando se convierta en la XX duquesa del Infantado?
R. Heredar un título te obliga a rendir un homenaje a tus antepasados y a intentar mantener y acrecentar el patrimonio, una labor muy dura. Con lo que yo gane por mí misma puedo hacer lo que me dé la gana; de hecho, llevo viviendo de los derechos de autor desde hace 20 años. Pero patrimonio que yo haya heredado de mi padre, de mi abuelo y de mi tatarabuelo tengo la obligación de mantenerlo. Es muy fácil vender un cuadro y tirarte a la bartola. Pero ese cuadro se lo estás quitando a tus hijos, a tus nietos y a tus biznietos.

Toda una reflexión en la que se plantea el peso de un patrimonio familiar, y al que se le asignan valores típicos del patrimonio cultural: algo que hay que preservar a las futuras generaciones. Lo que pasa es que, a diferencia de aquél, el patrimonio cultural es un bien común, construido políticamente, por eso la cruz y la capilla de la duquesa ofenden a la ciudadanía de Lemoa, porque fueron impuestos por un régimen dictatorial que basó su legitimidad en la Victoria.
La novela sobre Borja tiene un título muy arqueológico: La estela de un recuerdo.

P.S. Uno de los latifundios de la casa del Infantado, piscina incluida, es una de las propiedades colectivizadas en los últimos tiempos por el sindicalista Gordillo en tierras andaluzas... ¿La estela del recuerdo de la reforma agraria de la II República y la lucha de clases durante la guerra civil española?

Jóvenes del campo de trabajo arqueológico internacional en las trincheras 
de Pena Lemoa (Lemoatx 1937).




domingo, 24 de enero de 2016

Curso IKEA para arquitectos franquistas


El curso de Arqueología del Franquismo tiene como objetivo primordial hacer ver a la ciudadanía las trazas materiales de la dictadura que todavía persisten en el espacio público, en el entorno vivido por cada uno de nosotros. Pero no solo eso. En el ámbito de las mentalidades se mantienen prejuicios, tópicos y presupuestos ideológicos que se adecúan a lo que se dio en llamar el franquismo sociológico. Las tres vertientes (materialidad, ingeniería social e ideología) confluyen en el ordenamiento urbanístico de ciudades que, como Vitoria-Gasteiz, vivieron el desarrollismo desde fines de la década de 1950. Para hacernos ver esta realidad, Nahia Khiari (UPV/EHU) organizó en la cocina del centro cívico Aldabe un taller de lo más interesante. A cada uno de los cinco grupos de asistentes les pasó un plano de ubicación de un solar en el que había que construir un conjunto de viviendas sociales. Cada grupo de trabajo tenía sus propios condicionantes: constructora nueva en la ciudad o con pedigrí, constructora con contactos o sin contactos en la Administración, mucho presupuesto o poco presupuesto, existencia o no de áreas de protección medioambiental o arqueológica... Esta experiencia didáctica convirtió a los asistentes al curso en improvisados arquitectos que vertían en sus planos (consciente o inconscientemente) su moral, su ideología y su visión de la sociedad en la que viven.


Este taller de urbanismo nos ayudó a comprender cómo todo régimen echa mano de la arquitectura para materializar un determinado modelo social. Nahia completó su clase empleando como caso de estudio el barrio de Errekaleor, un guetto en el extrarradio de Vitoria-Gasteiz, levantado en el solar que Nahia pasó al alumnado en el ejercicio práctico citado. El despegue industrial de la ciudad de Vitoria-Gasteiz a fines de la década de 1950 atrajo a una gran cantidad de obreros inmigrantes procedentes de otras zonas del Estado. Este proceso conllevó la aparición de nuevos barrios que modificaron el planteamiento urbanístico que hasta ese momento había regido la ciudad.


Nahia ha llevado a cabo el estudio arqueológico de una de estas nuevas entidades, el poblado de Errekaleor, promovido por la Cooperativa Alavesa de Viviendas de Renta limitada Mundo Mejor, tras la cual se encontraba parte de la oligarquía tradicionalista católica de Vitoria. A diferencia de otros barrios, Errekaleor se diseñó al margen totalmente de la ciudad, siendo concebido como un auténtico guetto para albergar a aquellas familias inmigrantes de baja extracción social, mientras no encontrasen otro alejamiento más cercano y digno en el propio tejido urbano. En Errekaleor se materializó, por un lado, todo el paternalismo católico del régimen franquista hacia la clase obrera, y por otro lado, el modelo de poblado de colonización que se había puesto en práctica en las zonas de las que procedían los inmigrantes (sobre todo Extremadura y Andalucía).

La cruz de la antigua iglesia franquista, reutilizada como 
espantapájaros en la huerta autogestionada por los okupas.

Tras la dictadura, Errekaleor fue uno de los barrios-suburbios más marginales de la ciudad, entrando en un lento proceso de decadencia y abandono que llega hasta hoy. En los últimos años se ha dado un nuevo proceso de patrimonialización del barrio por parte de jóvenes okupas nucleados en torno a la plataforma Errekaleor Bizirk  que se ha enfrentado a los planes de derribo y remodelación del barrio por parte del ayuntamiento vitoriano. Esta reokupación ha generado una nueva materialidad con la que se pretende construir de nuevo un mundo mejor, pero ahora en clave abertzale, autogestionada, ecologista, feminista y crítica. Este proceso lleva parejo procesos de iconoclastia: la cruz de la iglesia franquista reutilizada de espantapájaros, el templo convertido en gaztetxe... A su vez, se construye una nueva memoria, como es el caso de la señalización de la casa natal de Romualdo Barroso, uno de los asesinados en Vitoria-Gasteiz el 3 de marzo de 1976 por el aparato represivo franquista.

Casa natal del obrero Romualdo Barroso, asesinado con 19 años 
el 3 de marzo de 1976.




jueves, 21 de enero de 2016

Arqueología del Franquismo en Vitoria-Gasteiz

Una vecina gasteiztarra cabreada por la retirada de simbología franquista.

La semana pasada hemos dado inicio al Curso Cultural de Arqueología del Franquismo en el centro cívico Aldabe, organizado por el ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Las 50 personas inscritas dan buena cuenta del éxito de este tipo de iniciativas. En las dos primeras clases hemos intentado mostrar la materialidad generada por la estrategia de construcción de la memoria llevada a cabo por el franquismo. Una estrategia que ha tenido mucho que ver en la conformación de lo que se ha dado en llamar franquismo sociológico, un fenómeno vigente en nuestra sociedad si vemos el revuelo que ha causado la retirada de símbolos franquistas. Una vecina de Vitoria-Gasteiz envió estas Navidades una carta al director del Diario de Noticias de Álava en la que resume perfectamente todo el elenco de mitemas de la ultraderecha: Franco murió en la cama, nos legó la democracia, la retirada de símbolos no es una demanda de la sociedad, la guerra fue una locura entre hermanos en la que no hubo vencedores ni vencidos, porque todos perdieron.

Norte: órgano editorial de la Falange en Vitoria (en Marín et al. 2015).

Se equivoca nuestra vecina Mercedes Fernández Alonso. Sí hubo vencedores y vencidos y los primeros se encargaron de recordárselo a los segundos durante cuarenta años. El patrimonio es el resultado siempre de una estrategia política de construcción (o destrucción) de la memoria colectiva. Nuestro trabajo consiste en abordar este proceso en la larga duración desde 1939 hasta hoy en un contexto especial como es el vasco, en donde la violencia política y el terror han campado a sus anchas entre 1936 y 2011.
El pacto por la desmemoria y el olvido sellado por la élite política española en la denominada Transición Democrática ha generado una cierta narcotización del pasado traumático de la guerra civil española. Todavía hoy en el Senado y el Parlamento de España se minusvalora la recuperación de la memoria histórica y se defiende la manida idea de la innecesaria reapertura de heridas, recordando una guerra entre hermanos en la cual los dos bandos cometieron atrocidades. Este es el discurso que el visitante puede oír de boca de la guía oficial de las ruinas del Belchite viejo, sin ir más lejos. También es ésta la razón que lleva a exponer en la misma sala la bandera de la República española y la de la Alemania nazi, en el aula didáctica ubicada en Corbera d’Ebre (Tarragona). Equiparar a los golpistas con los defensores de un régimen democrático ha sido una argucia retórica para hacer tabula rasa de la guerra civil y para despolitizar un conflicto en el que se enfrentaron dos ideologías que defendían modelos de sociedad diametralmente opuestos. Porque en esta guerra hubo, lógicamente, vencedores y vencidos, y ambos comenzaron a construir narrativas para fijar su memoria al día siguiente de acabar la lucha armada. 
Aunque a primera vista parezca que el proceso de musealización de la memoria y patrimonialización de la cultura material de la guerra civil española son un proceso reciente, ello no es cierto. Ya el mismo régimen franquista empleó la materialidad generada durante el conflicto (lo que hoy podríamos considerar patrimonio mueble e inmueble), para crear un discurso histórico concreto de la guerra.

Homenaje a la Italia fascista y la Alemania nazi en el Hotel-Frontón vitoriano (en Marín et al. 2015).

Así lo demuestran las primeras musealizaciones realizadas sobre el Cinturón de Hierro de Bilbao o la exposición de material de guerra capturado a los rojos en el Gran Kursaal. Durante la guerra civil se formó una Junta de Patronato, con motivo de los acuerdos de la Diputación Provincial de Vizcaya alcanzados desde 1937 a 1938, encargada de la conservación de un tramo del Cinturón Defensivo de Bilbao, convertido por la propaganda fascista en El Cinturón de Hierro. A esta primera patrimonialización habría que añadir la publicación de guías turísticas que invitaban a visitar diferentes paisajes y escenarios en donde discurrieron las gestas bélicas del ejército franquista, los pequeños anuncios en publicaciones periódicas con visitas guiadas por los restos del Cinturón de Hierro o la divulgación de series fotográficas vinculadas a éstos.

Propuesta fallida de Museo de la Guerra en Bilbao 
(Museo del Cinturón de Hierro de Berango).

También el País Vasco acogió en 1938 la Exposición del Material de Guerra Cogido al Enemigo, promovida por el Servicio de Recuperación de Material de Guerra, en el Gran Kursaal de San Sebastián. Esta exposición funcionó hasta mayo de 1939 tras sufrir numerosas modificaciones y ampliaciones, debido al recuperado uso hostelero del edificio y a la reorganización del Ejército de la Victoria. Estas fueron las causas de la dispersión de los fondos expositivos por otras localidades españolas. El trasfondo ideológico de esta exhibición es muy claro: el ejército franquista se decide a mostrar el botín capturado a los vencidos y demostrar materialmente el derroche económico de la República y la intervención de las potencias marxistas en la guerra. Una exposición de este estilo, aunque más modesta, se organizó también en el Hotel Frontón en la capital alavesa, mostrando a la ciudadanía el material capturado al enemigo tras la fallida ofensiva del Gobierno de Euzkadi en Villarreal de Álava.

Exposición en el Hotel-Frontón vitoriano de material de guerra 
incautado a los rojos (en Aguirregabiria 2015: 190).

Como ya escribió en este blog nuestro compañero Carlos Marín, para el caso de la Ciudad Universitaria, este fenómeno no se dio sólo en Euskadi tras el triunfo franquista. Hasta que la Ciudad Universitaria fue reinaugurada en 1943 hubo visitas guiadas por este espacio de ambigua memoria para el bando ganador. Se instaló una cartelería, un discurso museográfico diríamos hoy, en las propias trincheras. Estos carteles elocuentemente rezaban: Ellos y Nosotros.
Por lo tanto, la Nueva España se sirvió de los restos para explicar la guerra civil como una Cruzada de los buenos (vencedores) contra los malos españoles (vencidos), ya durante la propia guerra. Así mismo, procedió a la construcción de nuevas materialidades, como son los monumentos conmemorativos levantados por todo Euskadi con un doble objetivo: apoyar la construcción del discurso histórico/ideológico arriba señalado, y servir de recursos nemotécnicos para recordar a los rojo-separatistas que fueron derrotados. 
Aunque el retorno de la democracia en 1978 tendría que haber supuesto el fin de este discurso histórico maniqueo de la guerra civil en Euskadi, los herederos directos de los vencedores aún poseen espacios museísticos en los que ha quedado fosilizada esta perspectiva. Este es el caso de la base militar de Araca en Vitoria-Gasteiz. En junio de 2015, por imperativo del Gobierno de Madrid, los responsables del centro organizaron a regañadientes una Jornada de Puertas Abiertas para celebrar el Día de las Fuerzas Armadas. 
Jornada de Puertas Abiertas 2015 en la base militar de Araca. Soldados españoles 
de origen sudamericano te enseñan a manejar un mortero, por ejemplo.

Además de la exposición de material bélico y de la divulgación del trabajo hecho por los soldados en misiones en el extranjero, el visitante podía acceder a una Sala Histórica en la que se preserva parte de la memoria material del Regimiento Flandes, unidad militar acuartelada en Vitoria-Gasteiz y que con Camilo Alonso Vega al frente se hizo con el control de la ciudad el 19 de julio de 1936. Entre el material expuesto se pueden observar los banderines de las diferentes compañías que destacaron en la guerra civil, una orla con los héroes de guerra, un retrato dedicado a sus soldados por Alonso Vega, firmado en el frente del Ebro y otros vestigios como la estela de un soldado nacional caído por Dios y por España en la batalla de Villarreal. Nos encontramos realmente ante un espacio privado, una sala bajo llave, que condensa la memoria heroica de una unidad militar. Este vínculo es tan estrecho que toda esta documentación y estos restos viajarán con el Flandes a su nuevo destino en Zaragoza, tras 116 años en la capital vitoriana. Se trata de un pequeño museo militar desconocido por investigadores civiles y la sociedad en general y al que se ha podido acceder por una imposición política (celebrar el Día de las Fuerzas Armadas en Euskadi) vinculada también a la necesidad de transmitir a la sociedad una imagen más moderna y cercana del Ejército. Lo que es más destacable es el continuismo en los relatos memorialísticos que maneja esta unidad militar. Así pues, durante la jornada de puertas abiertas se podía ver un enorme pendón en el que se recogían las hazañas bélicas del Flandes: entre los hitos grabados nos encontramos nombres como Villarreal de Álava o Sierra de Pándols (batalla del Ebro), batallas libradas contra españoles, al lado de las misiones en Bosnia o Afganistán. Obviamente algo así es impensable en una jornada de puertas abiertas celebrada por el ejército alemán o italiano en nuestros días.

Lápida encontrada el 10/08/04 por mandos del BICC FLANDES IV/45 
cuando realizaban ejercicios de educación física 
en las inmediaciones de Arnagiz y Mendiguren.

Referencia

Guillermo Marín, Virginia López de Maturana, Xabier Sagasta, 2015. "Vanguardias Peligrosas. La Alemania nazi y la Italia fascista en Vitoria (1936-1939)", exposición organizada por la Fundación Sancho el Sabio en la Sala Araba de Vitoria-Gasteiz (18-XI-2015 a 9-XII-2015).

Post by Xabier Herrero Acosta, Sonia García Rodríguez y Xurxo M. Ayán Vila.


miércoles, 13 de enero de 2016

Ejército de pobres


Botes de leche condensada del vertedero de Alto del Molino.

Hay documentos que en unas pocas líneas retratan un ejército o una guerra. Y hay veces que esos documentos encuentran su reflejo fiel en el registro arqueológico.

Este es el caso de un papel que nos envía nuestro colaborador Julián Dueñas. Se trata de un documento del III Cuerpo de Ejército republicano. En él se insta a "todos los Hospitales Militares y Unidades del Ejército" a que pongan a disposición de la Junta de Compras todos los botes de leche condensada y conservas, vacíos. 


La guerra trajo la modernidad y se adelantó a su tiempo: en la tecnología, la higiene o la sanidad. En este caso se trata nada menos que del reciclaje, un fenómeno que solo se ha generalizado en las últimas dos décadas a raíz de los enormes problemas ecológicos que origina la basura. No es la conciencia ecológica en este caso lo que lleva a reciclar, claro, sino la penuria económica. 

El texto es conmovedor, porque no dice que las latas se recogerán para reaprovechar la hojalata, sino para usarlas como vasos, "de gran utilidad y precisión en los momentos actuales". Es junio de 1937. El fin de la guerra está aún lejos y el hundimiento económico de la República no es inevitable. Y sin embargo este documento es ya el de un país en ruina.

La situación para el gobierno republicano no dejó de empeorar. Y ello debió llevar a que el reciclaje se intensificara (con o sin órdenes de la superioridad). En la posición de Alto del Molino (Abánades), que estuvo en activo en enero y febrero de 1938, encontramos docenas de latas, la mayor parte de leche condensada, que fueron arrojadas al vertedero sin mayor miramiento. Además de latas encontramos también cientos de casquillos e incluso cartuchos sin utilizar. Y ello pese a que esta posición era estable y por lo tanto no habría costado trasladar los materiales descartados a retaguardia.

Tras la ofensiva del Alto Tajuña en la primavera de 1938, Alto del Molino quedó a tres kilómetros del frente. La primera línea discurría al norte de la localidad de Abánades. Aquí excavamos un par de posiciones republicanas del final de la guerra. La situación que documentamos es notablemente distinta. Apenas dimos con latas de conservas y la mayor parte de las que recogimos habían sido reutilizadas como contenedores: vasos, jarras, candiles.

Lata usada como taza o jarra.

El Ejército Popular pretendía con su denominación referirse a la primera acepción que de "popular" ofrece el diccionario de la RAE: "perteneciente o relativo al pueblo". Sin embargo, el progreso de la guerra lo aproximó más a la tercera y cuarta acepciones: "perteneciente o relativo a la parte menos favorecida del pueblo", "que está al alcance de la gente con menos recursos económicos o con menos desarrollo cultural". Un ejército de pobres, pues.