sábado, 28 de diciembre de 2013

Alzheimer a la japonesa

Soldados japoneses observan a sus compañeros enterrar vivos a un grupo de ciudadanos chinos en Nanking, 1937.
 
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha sido duramente criticado por China, Corea del Sur e incluso Estados Unidos por su desafortunada visita al altar de Yasukuni, en el que se honra a los caídos japoneses en conflictos del siglo XIX y XX. Entre los honrados se encuentran 14 criminales de guerra convictos.

A la hora de olvidar crímenes contra la humanidad hay al menos una nación que supera a España: Japón. Es más, este país no solo ha conseguido exitosamente recordar mal o no recordar su pasado, sino que ha logrado que muchos otros acepten su visión de la historia reciente. De hecho, si a alguien le preguntan por el papel de Japón en los conflictos del siglo XX, lo más probable es que mencione los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

Es menos probable que se mencione la masacre de Nanking. En esta ciudad china, el glorioso ejército nipón al que ahora honra un primer ministro aquejado de Alzheimer histórico, asesinó en 1937 a más civiles de los que murieron en Hiroshima y Nagasaki juntas. Y no se trató de simples asesinatos. Hubo concursos de decapitación, violaciones en masa (también de niñas y mujeres embarazadas), torturas inenarrables, bebés ensartados en bayonetas... 

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/aa/Horrible_death%2C_Nanking_Massacre.jpg

Varias mujeres de una misma familia violadas y asesinadas por tropas japonesas.
 
Sobre estos hechos contamos con espeluznantes testimonios, como el del horrorizado cónsul de la Alemania nazi, John Rabe. Recientemente, la arqueología ha contribuido también a conocer las masacres gracias a la apertura de fosas comunes. 

 Una de las fosas comunes exhumadas en los últimos años en Nanking

Nanking fue solo la antesala de lo que el Ejército Imperial tenía reservado a China, Corea, Filipinas y otros países asiáticos. El espectáculo de la capital china se repitió, a menor escala, en numerosas ciudades y pueblos. Al inventario de atrocidades de Nanking hay que añadir el canibalismo, la prostitución forzada de cientos de miles de mujeres y la experimentación con seres humanos "inferiores" (coreanos, chinos, rusos). 

Durante mucho tiempo los japoneses han pasado por ser los "menos malos de los malos" en la Segunda Guerra Mundial. Varias obras actuales, sin embargo, ponen de manifiesto que el Imperio del Sol Naciente tuvo poco que envidiar a la Alemania de Hitler en el número de víctimas causado, las atrocidades cometidas y la ideología militarista y racista que justificaba sus crímenes.

Desde los trabajos pioneros del sociólogo Maurice Halbwachs (fallecido, por cierto, en un campo de concentración nazi), sabemos que la memoria no es algo que radique exclusivamente en las mentes de los individuos, sino que es también un fenómeno social. A Halbwachs se debe el concepto de "memoria colectiva" que hoy en día es de uso corriente en las ciencias sociales. Como no podía ser de otra manera, el olvido también es social y colectivo. Cada sociedad olvida a su manera. 

Los españoles y los japoneses hemos decidido no recordar o recordar a medias las atrocidades de nuestra historia reciente. En el caso de España nuestra desmemoria social se basa en una victoria: la que llevó al poder a la dictadura franquista y su monólogo autoritario. En el caso de Japón en una derrota,  que convirtió a los verdugos en víctimas. En ambos casos el resultado es semejante, la humillación de la víctimas, y la pregunta la misma: ¿se puede construir una sociedad democrática sobre la injusticia histórica?

lunes, 23 de diciembre de 2013

A Dios rogando

10 de diciembre de 1937. El párroco de la pequeña localidad gallega de Lavacolla, al lado del aeropuerto de Santiago, dice misa en honor de la Virgen de Loreto, patrona de la aviación. Entre las banderas y banderolas cuelga un estandarte nazi, testimonio de la alianza entre la España de Franco y la Alemania de Hitler. 

Es perturbador el poder de la cultura material (de alguna cultura material al menos). Cómo transforma aquello que toca: en este caso una iglesia, el pueblo de Lavacolla, nuestra memoria colectiva. Roland Barthes hablaba del punctum en las fotografías: aquel detalle de una imagen, un elemento secundario, incluso trivial, que consigue "atravesar al espectador". Como esa esvástica inconfundible y siniestra.

La fotografía que reproducimos nos demuestra que el párroco de Lavacolla desconocía varias cosas. Aparentemente la encíclica Mit Brennende Sorge del 14 de marzo de 1937, en la que Pío XI promulga: "Todo el que tome la raza o el pueblo o el Estado o una forma determinada de Estado... y los divinice con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios". Aparentemente también la Biblia, al menos aquel pasaje en el que Jesucristo dice "Devolved al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"  (Marcos, 12, 13-17). 

El aeródromo de Santiago de Compostela fue ampliado en la inmediata posguerra con mano de obra forzada. Entre 2.000 y 3.000 republicanos trabajaron en la construcción en condiciones penosas. Uno de ellos, Casimiro Jabonero, dejó un valioso testimonio de su experiencia en el campo de prisioneros (el edificio que se usó como prisión es hoy un hotel y nada recuerda su antiguo uso). Es posible que el párroco de Lavacolla tampoco llegara a estar al tanto de estos asuntos terrenales. Al fin y al cabo, su reino no es de este mundo. Salvo alguna cosa.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Por fuertes y fronteras

Vista del altiplano abisino desde una posición italiana.

¿Cómo se hace una frontera? Ese es el objetivo de nuestro nuevo proyecto en el noroeste de Etiopía. Nos referimos a "hacer" en el sentido más material del término. Las fronteras se construyen con muros y vallas (en Melilla y Palestina lo saben bien), puestos de vigilancia, edificios de aduanas y fortificaciones, pero también mercados, aldeas, caminos y puentes. La frontera se fabrica tanto con cosas que separan como con cosas que unen. 

La frontera septentrional entre Sudán y Etiopía es un límite interestatal desde hace tres milenios. Esto significa que la frontera aquí ha tenido tiempo de sedimentarse materialmente, hacerse sólida. Los sitios fronterizos, los pasos y los fuertes, se repiten a lo largo de la historia, igual que las batallas y los intercambios comerciales.

Durante tres semanas hemos documentado las trazas históricas de este límite político, ecológico y cultural. Un buen número de hallazgos pertenecen a la breve ocupación italiana de la zona -y justifican la inclusión de esta entrada en un blog de arqueología de la Guerra Civil. La presencia fascista en el noroeste de Etiopía, de hecho, coincide más o menos con la Guerra Civil Española: los italianos ocuparon la capital de la región, Metema, en abril de 1936, y fueron expulsados en enero de 1941. Además, ya hemos visto en otra entrada que algunos fascistas que lucharon en Abisinia lo hicieron después en la Guerra de España. Y algunas de las armas que se emplearon en África, como los fusiles Mannlicher-Carcano, también llegaron a nuestro país: resulta extraño encontrar en una montaña remota de Etiopía los mismos casquillos que en la Alcarria.

El primer lugar donde excavamos fue el Monte de Yohannes. Se llama así porque es donde se cree que fue herido de muerte el emperador Yohannes IV en la Batalla de Metema (1889), luchando contra los invasores sudaneses. Nuestra excavación fue un poco desmitificadora: no encontramos nada relacionado con este episodio clave en la historia de Etiopía. La única excepción es una bala de Vetterli 1870: el problema es que esta arma se usó también en los años 30 y 40 en la zona (y en la Guerra Civil).

 Abrigo italiano en el Monte de Yohannes
Lo que sí descubrimos fue una gran cantidad de restos de los italianos: una pista para vehículos motorizados, dos refugios semisubterráneos y varios parapetos de piedra. En la excavación de uno de los refugios encontramos numerosos casquillos y cargadores de Mannlicher de 8x50 mm, un arma obsoleta en la Segunda Guerra Mundial con la que los italianos armaron, naturalmente, a sus subalternos: las fuerzas coloniales africanas. También aparecieron trozos de metralla, que se pueden relacionar con la Batalla de Metema a inicios de 1941. El hallazgo más notable en este sentido es un fragmento de granada de mortero Brandt de 81 mm, con su espoleta. Los ingleses bombardearon duramente todas las posiciones italianas y causaron muchas bajas (aunque hablar de "posiciones italianas" puede resultar confuso teniendo en cuenta que la mayor parte de las tropas eran libias, eritreas y somalíes). 
  Materiales exhumados en el interior del abrigo: cartuchos de Mannlicher de 8 mm, cargador del mismo fusil, moneda italiana datada en 1940, fragmento de granada de mortero, pinzas de batería, balas de Mannlicher y Vetterli y hebillas de correaje y zurrón.

El fósil director de los yacimientos fascistas en el Cuerno de África son las botellas de bebidas alcohólicas: cerveza, vino y licores aparecen en grandes cantidades. En la ciudad etíope de Gondar, nuestros colegas Víctor Fernández y Jorge de Torres han encontrado incluso ¡botellas de Chianti! Está claro que sobrevivir en posiciones aisladas en medio de la sabana tórrida requiere de algo más que templanza. Lo curioso es que las tropas coloniales provenían mayoritariamente de países musulmanes... Otro elemento documentado son los frascos de perfume: las ocasiones para bañarse en Etiopía eran escasas y las temperaturas en algunos sitios no bajan de 30 grados en todo el año.


 Botellas de vino en el interior del abrigo.

Al norte del Monte de Yohannes descubrimos dos posiciones italianas más junto al río Atbara, uno de los mayores afluentes del Nilo. Una de las posiciones era un fuerte del siglo XIX que las tropas de Mussolini reforzaron con puestos de tirador de piedra y trincheras. Los hallazgos fueron escasos: lo más llamativo es una lata de grasa idéntica a la que nos apareció en las excavaciones de la Ciudad Universitaria en 2008. Seguramente se utilizaba para engrasar las armas. Siguiendo el río, en el principal punto de paso en la zona, dimos con un puesto de control formado por una estructura rectangular y un camino flanqueado de piedras. Aquí encontramos otro cargador de Mannlicher, un casquillo percutido y una llave de lata de sardinas. 


Puesto de tirador controlando el Atbara (arriba) y río Atbara (abajo).

Puesto de control en un vado del Atbara

Como en el caso de España en el Rif, la mayor parte de las posiciones coloniales en el Cuerno de África se ubican en cerros aislados desde los que se domina visualmente un amplio territorio. Este es el caso del Monte Denba, en el límite entre la planicie y el altiplano abisinio. En Denba había un puesto de artillería y vigilancia, cuya función era controlar la principal ruta entre Sudán y Etiopía. Los hallazgos son una curiosa mezcla de molinos y cerámicas tradicionales etíopes y latas y vidrios de los soldados de Italia. En el camino nos encontramos un fondo de botella en que se lee "Birra 1937 Importazione" ¿Cuánto le costaría a la metrópoli fletar millones de botellas de cerveza a sus colonias?
Fragmento de botella de cerveza de Denba.

Según nos alejamos del camino principal, los hallazgos se vuelven más escasos. En un monte cercano al río Rahad encontramos un fuerte construido por los otomanos a mediados del XIX, reutilizado por los mahdistas sudaneses como cementerio para sus mártires de 1889 y finalmente por los italianos, que dejaron su característico rastro de botellas de vino. Nos cuentan que hasta hace poco había varios vehículos abandonados, pero la gente del lugar los fue desmontando. De hecho, encontramos una pieza de motor. La potencia colonial no solo se establece en puntos estratégicos, sino en lugares de poder históricos que dejan claro, a ojos de la población, su posición de conquistadores.


Bastión italiano con troneras construido sobre las ruinas del fuerte otomano de Gubay

El último sitio italiano que documentamos está en una montaña, Salya, a la que solo se puede llegar caminando 30 km. En la cima se ubica el pueblo de Tewodros Ketema, la Ciudad de Teodoro, el emperador bandolero. Noble actividad esta última que continúan los actuales habitantes de la región. En este macizo aislado los niños juegan al fútbol, como en el resto del mundo. Solo que su campo de futbol está sembrado de casquillos y cartuchos de balas trazadoras. Todos están datados entre 1934 y 1936. Contamos hasta 375 y lo dejamos. Algún fragmento de metralla nos hace pensar que un proyectil de artillería alcanzó un polvorín italiano. Debió de ser un espectáculo. Pero un espectáculo difícilmente imaginable hoy, en este altiplano solitario y silencioso. 

 
Munición, baterías y otros materiales localizados en Tewodros Ketema.

Por la noche dormimos en una casa de barro en camas de madera y tiras de cuero de cabra. Compartimos la soledad, y quizá el miedo, de aquellos soldados extranjeros que hace 70 años trataron de conquistar un país inconquistable.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

"Los sonidos y silencios de Bustarviejo" (english subtitles)

Nuestro documentalista más fiel y desinteresado, Pedro Cabello, nos acaba de regalar la última versión del minidocumental que hizo sobre la jornada de puertas abiertas que hicimos en junio de 2010 con los vecinos de Bustarviejo. Aquella jornada se enmarcaba en nuestras excavaciones arqueológicas de este destacamento penal (1944-1952), en donde los presos políticos del franquismo ("los rojillos", como los llamaban los vecinos) fueron esclavizados para construir el ferrocarril Madrid-Burgos, en unas condiciones humanas y de trabajo penosas. Aquí tenéis el enlace para verlo en youtube y aquí para verlo en vimeo.

Foto histórica del destacamento penal de Bustarviejo (Madrid), años 40

Planimetría general con los sectores de excavación arqueológica de la campaña del 2010 en el destacamento penal de Bustarviejo