sábado, 30 de noviembre de 2013

Charlie revivió durante unas horas

El pasado fin de semana la batalla del Ebro volvió a estar viva, muy viva. Celebrábamos el 75 aniversario de este comienzo del fin de la Guerra Civil. Y para ello se sucedieron los actos, charlas y homenajes. En concreto el sábado hubo dos congresos a la vez. Uno en La Fatarella, el pueblo donde excavamos hace dos años los restos del último día de la batalla del Ebro. Estaba organizado por "Lo Riu, Associació per l'Estudi del Patrimoni Arqueológic i Històric de les Terres de l'Ebre". Allí Xavi Hernández y Mayca Rojo (DIDPATRI, Universitat de Barcelona) y codirectores de aquella intervención, dieron una conferencia sobre "L´arqueologia en els camps de batalla. Les escavacions de La Fatarella". Al mismo tiempo un servidor, y también miembro del equipo técnico de aquella intervención, daba otra conferencia titulada "Arqueología de los campos de batalla de la Guerra Civil: una propuesta teórica y metodológica", dentro de la "I Jornada d’Arqueologia i Patrimoni de la Guerra Civil al Front de l’Ebre", organizada por los Serveis Territorials del Departament de Cultura a les Terres de l’Ebre, en Tortosa.
El domingo nos juntamos en La Fatarella y pudimos comprobar el trabajo de reconstrucción y consolidación de los bunkers y trincheras que excavamos. Sabemos que la República echó el resto en esta batalla de 116 días. Se puede comprobar en la inversión de materias primas y manos de obra de las fortificaciones. Xavi Hernández me cuenta asombrado los kilos de cemento y litros de agua que lleva cada fortín. Al hacer la reconstrucción de las techumbres, lo único que fue reventado tras la guerra para evitar que los maquis pudieran reutilizarlos, se han dado cuenta de la inversión que supone cada estructura. 


En estas divagaciones estábamos cuando entramos en el fortín, invitados por un cartón clavado en la puerta, en donde se leía "Fred & Ginger". No nos engañaba, un swing de Ginger Rogers y Fred Astaire sonaba una y otra vez en un tocadiscos. Semejante tecnología en un frente de guerra sólo podía haber sido traída por un brigadista. En concreto un británico que nos hablaba con una curiosa mezcla de inglés y catalán. Sus compañeros internacionales desfilaban por última vez en Barcelona hacía unos días, pero algunos han decidido quedarse e integrarse en otras brigadas del ejército republicano. Un viento fuerte y frío, propio de esta fecha del 15 de noviembre de 1938, entra por las troneras del fortín. Mientras espera la llegada del enemigo se entretiene con libros de primeras letras y consignas antifascistas. Por su cara resignada se adivina que sabe que su cometido es tan honroso como suicida. Este batallón debe aguantar el suficiente tiempo el envite de los tanques y la infantería como para que el grueso del ejército republicano pueda cruzar de vuelta el río Ebro por las pasarelas de hierro de Flix. El pueblo de La Fatarella, a menos de 1 Km., ha caído ayer.


Casi sin darnos cuenta empiezan las ráfagas de ametralladora y artillería, las explosiones de granadas de mano y las detonaciones provocadas por los disparos de los tanques T-26, concentradas en los fortines. La ausencia de medios anticarro provoca la rápida caída de esta primera línea de defensa de la Cota 562. Aún quedan las líneas traseras, formadas ya exclusivamente por trincheras en zig-zag, con parapetos de sacos terreros. Curiosamente el asalto de la infantería no está dirigido por tropas moras y legionarias, lo habitual en los combates precedentes, sino por los voluntarios carlistas, con sus llamativas boinas rojas, que siguiendo una cruz y al grito de "¡Viva España!" y "¡Viva Cristo Rey!" van tomando una a una las líneas de trincheras. Para ello las terrazas agrícolas para los almendros y los olivos, construidas en piedra seca, son magníficos parapetos desde los que lanzar granadas de mano antes del asalto de cada línea de trinchera. 



Una vez han tomado la trinchera superior, la inmediata al bosquecillo de pinos, vemos como rematan a punta de pistola a la mayoría de los heridos, haciendo muy pocos prisioneros. Momento en el cual apareció la caballería.

Instintivamente buscamos a Charlie entre los muertos, y allí, desde lejos, le pudimos ver tumbado de costado, con la mano derecha amputada por la explosión de una granada que seguramente intentó devolver sin éxito a los atacantes, en ese vértice de la trinchera donde 73 años después le pudimos exhumar. A su lado un abanderado también yace muerto, en una extraña posición, acurrucado, como en cuclillas. 


Tomada la posición 562, a las 4 de la tarde de este frío 15 de noviembre de 1938, volvimos al 24 de noviembre de 2013, para poder honrar a estos "defensors de la llibertat" a escasos metros de donde fue desenterrado Charlie. Se descubrió una bella placa de bronce hecha por Mar Hernández, y se les rindió honores por parte de dos mossos de esquadra vestidos como en los años treinta. El hijo del general Vicente Rojo, quien fuera jefe del Estado Mayor del Ejército republicano durante la Guerra Civil Española, y el sobrino del teniente coronel Pedro Mateo Merino, que comandó a la 35ª Brigada, miraban emocionados.



lunes, 4 de noviembre de 2013

Colonialismo del bueno

 Archivo Rojo

Existe una cierta leyenda rosa, muy extendida, que afirma que el colonialismo de los países mediterráneos o meridionales fue un buen colonialismo, es decir, no basado en el racismo, la explotación y el desprecio de los colonizados, como el francés o el británico. Los portugueses, los españoles e italianos somos buena gente, campechana y sociable. Y eso, naturalmente, se tiene que notar incluso cuando invadimos otros países. La leyenda se potenció gracias a las dictaduras (de Salazar, Franco y Mussolini), en cuyo imaginario político el imperio desempeñaba un papel fundamental. Entre otras cosas porque entroncaba con momentos percibidos como más gloriosos: la expansión ultramarina portuguesa, la conquista de América, el Imperio Romano.

El desconocimiento de la cruda realidad del colonialismo hace que puedan proliferar en la actualidad productos nostálgicos en forma de libros, series y películas, en las cuales los colonizados sirven de comparsas y sus países de escenario exótico para las aventuras y desventuras de familias europeas.

La realidad es que los imperios meridionales no fueron mejor que los septentrionales. En algunos aspectos fueron peores. Pero en todo caso, no se trata de un concurso de atrocidades. El imperialismo moderno es, en esencia, fascista, independientemente de que lo promueva un régimen liberal o autoritario: se basa en la creencia de que una raza superior tiene derecho a imponer su mandato sobre unos seres inferiores a los que se puede explotar. Precisamente, la gran obra de Hannah Arendt sobre el totalitarismo empieza tratando la ideología colonial.

Con rarísimas excepciones, la realidad es que los militares de Italia o España no eran ningún Lawrence de Arabia. Los diarios y las fotografías de los africanistas no dejan lugar a dudas: de su ignorancia, de su amor por la violencia, de su desprecio racista por las poblaciones locales. Un libro de Gustau Nerín es muy ilustrativo a este respecto. 

En la imagen superior se puede ver una fotografía capturada a un soldado italiano tras la Batalla de Guadalajara (marzo de 1937). Muestra a un orgulloso infante posando junto al cadáver de un etíope al que acaba de ahorcar. 

La foto la llevaba el voluntario fascista quizá para recordar cómo hay que manejarse con los salvajes. Porque lo que hizo el fascismo en España fue simplemente importar los modelos de guerra colonial a Europa (cambiando negro por rojo): los legionarios cortaban orejas y testículos, violaban mujeres e incendiaban aldeas en Andalucía y Extremadura igual que habían hecho en el protectorado. Esta misma estrategia de guerra colonial en suelo europeo la llevarían al paroxismo los nazis en el este de Europa. 

Otras fotos de masacres en Etiopía capturadas a soldados italianos en Guadalajara. Archivo Rojo.

Los italianos asesinaron a cerca de medio millón de etíopes durante los cinco años que ocuparon Etiopía (1935-1941). Como los españoles en el Rif, no dudaron en usar armas prohibidas, como gas mostaza, contra la población civil, incluidos mujeres y niños. Los "salvajes" etíopes, en cambio se portaron caballerosamente tras la derrota de los colonizadores durante la Segunda Guerra Mundial: se han documentado pocos casos de asesinatos y violencia contra los italianos. 

El colonialismo mediterráneo no fue un buen colonialismo, porque no hay bondad posible en ocupar y someter un país extranjero por la violencia. Fue, más bien, colonialismo del bueno. Del de verdad, con sus masacres, robos y miserias.

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Gracias a Julián Dueñas e Ismael Gallego por llamar mi atención sobre la imagen que ilustra esta entrada.