miércoles, 28 de agosto de 2013

La batalla continúa


Finalmente un año más volveremos a excavar trincheras. Será una campaña muy corta, con equipo reducido (la crisis) y en terreno familiar (Abánades, cómo no), pero esperamos que sea el preludio para una nueva edición de Guerra en la Universidad a partir de 2014. El proyecto se desarrollará en nuevos (y viejos) escenarios de la guerra y la posguerra.

La minicampaña de 2013 tendrá lugar entre el día 23 y el 30 de septiembre (ambos incluidos) y contará como en otras ocasiones con una jornada de puertas abiertas (domingo 29). Volveremos a donde empezó nuestra andanza alcarreña: el cerro del Castillo y sus espectaculares fortificaciones franquistas de los últimos momentos de la guerra. Pero haremos alguna otra interenvención fugaz para resolver algunos interrogantes pendientes sobre la Batalla Olvidada. Desde el blog os mantendremos informados puntualmente.

lunes, 26 de agosto de 2013

Arqueología de la Batalla Olvidada: Informe de la campaña de 2012

Ya está disponible el último informe de las excavaciones arqueológicas en los restos de la Guerra Civil en Abánades: 104 páginas, 116 figuras (mapas, planos, fotografías, dibujos y tablas) ¡Y totalmente gratis! (oferta vigente mientras no cierren el CSIC, así que aprovechad y descargároslo cuanto antes). En este trabajo podréis adentraros en diversos episodios de la terrible ofensiva del Alto Tajuña a través de sus restos materiales: trincheras, fortines, parideras y fosas comunes. Para acceder al documento, podéis hacer click aquí:



jueves, 22 de agosto de 2013

El tiempo al revés


La historia es progreso: según avanza, más complejas son las sociedades, más sofisticada la tecnología, más civilizado el comportamiento de los seres humanos. Esa es la perspectiva de la historia que caracteriza el mundo moderno occidental, aunque el desastre de las guerras mundiales, los totalitarismos y los genocidios del siglo XX la hayan hecho tambalear un poco. Aún así seguimos pensando que, independientemente de ciertas recaídas en la barbarie, la historia humana es una historia de progreso más o menos continúo, desde los habitantes de las cavernas hasta la posmodernidad.

La arqueología nos enseña que esto no siempre es así. No sólo por lo que respecta al grado de supuesta civilización de las personas o la complejidad de las sociedades, sino también en cuanto a la cultura material que crean y usan.

En la fotografía se puede ver un chozo de pastor en Abánades. Es una forma de arquitectura vernácula de raíces prehistóricas: mampuestos de piedra seca, bóveda por aproximación de hiladas. El uso nos habla de tradiciones antiquísimas también -el pastoreo de ovejas y cabras, que comenzó en el Próximo Oriente hace unos 10000 años. Lo que contemplamos es, por lo tanto, un paisaje agrario de orígenes prehistóricos, que nos hace ver que, junto a la historia del progreso unilineal, hay historias paralelas de resistencia al cambio, historias de tradiciones que sobreviven a cambios sociales y revoluciones tecnológicas.

Pero hay algo más que pone en tela de juicio nuestras historias de progreso.

El chozo está construido encima de una trinchera republicana de la Guerra Civil, colmatada con piedras después de la guerra. En su interior seguramente hay cartuchos de fusil y latas, inventos punteros de la Segunda Revolución Industrial del siglo XIX. Las trincheras de la Guerra Civil, en sí mismas, son también un símbolo de modernidad: tal y como las conocemos hoy en día representan un desarrollo técnico de la Primera Guerra Mundial. Se trata de una forma de defensa adecuada a la guerra industrial que nació con el siglo XX. La única forma de resistir los ataques masivos de artillería y el fuego de las ametralladoras es esconderse bajo tierra -en 1914 y en 2014.

La fotografía, por lo tanto, nos muestra una estructura típicamente neolítica que sella una típicamente moderna. Es una estratigrafía invertida y un reto a las historias evolucionistas de progreso. No solo porque lo más arcaico es, aquí, lo más reciente, sino porque nos recuerda que ni la Prehistoria es siempre bárbara ni la modernidad civilizada.

miércoles, 14 de agosto de 2013

El "ingenuo" pintor naïf


El último número monográfico de la revista Desperta Ferro recoge diversos trabajos sobre la batalla del Ebro, entre ellos, una síntesis de las excavaciones realizadas por nuestro equipo en La Fatarella (Tarragona) en septiembre de 2011. Otro de los artículos, firmado por Angela Jackson, se centra en el heroico trabajo desarrollado por las enfermeras y camilleros del bando republicano. En las mismas condiciones actuaron los sanitarios y camilleros del bando nacional. Uno de estos camilleros fascistas fue Manuel Lema Otero (1906-1991). Nacido en la parroquia de Borneiro (Cabana de Bergantiños, A Coruña), este personaje cunqueiriano fue en la postguerra albañil, carpintero, encofrador, agricultor e inventor. Fue el artífice de ingenios como la teja plana de cemento, una bomba automática de subir agua sin gasto de energía, un sistema de alarma antiincendios, un sistema de elaboración de gas metano a partir del estiércol, una escopeta de caños, un libro de quinielas, un molde para la elaboración de capiteles para cruceros, un termómetro para medir la temperatura de los hornos y una serie de juguetes articulados. En todo caso, el invento patentado que le dio algo de dinero fue una incubadora de pollos. El éxito de este artilugio en la comarca de Bergantiños hizo que se le conociese como Manolo “o dos pitos”. Pero la creatividad de Manuel alcanzaba su mayor expresión en la pintura.
 La Batalla del Ebro (1980).
En 1982 participó en el Concurso de arte naïf o ingenuista gallego organizado por la Fundación Barrié de la Maza y ganó el primer premio. Presidiendo el tribunal se encontraba José Filgueira Valverde, galleguista tradicionalista en la preguerra, franquista convencido que hizo carrera política en la dictadura, y Conselleiro de Cultura en el gobierno autonómico de Alianza Popular. La Fundación que organizaba el certamen había sido fundada por Barrié de la Maza, banquero e industrial coruñés, amigo de Franco desde la juventud, que financió el golpe de Estado y recibió como contrapartida los beneficios de los embalses construidos por el régimen en Galicia. De hecho Franco le concedió el título de conde de FENOSA. Su viuda fue la encargada de dar el premio a Manuel Lema Otero, por su obra naïf titulada: La batalla del Ebro.
Este cuadro forma parte de la aficción por la historia de Manuel, que entremezcla con sus experiencias personales. Fruto de su paso como cantero por las excavaciones arqueológicas en el castro de A Cidá de Borneiro, son una serie de cuadros en los que recrea el pasado céltico de su pueblo o las ofrendas de los druidas en el dolmen de Dombate.
Recreación del castro de A Cidá de Borneiro (años 80).

Este es el testimonio de Manuel, recogido por el periodista Ezequiel Pérez Montes en una entrevista surrealista para El Ideal Gallego a raíz de la concesión del premio en 1982:

Es que yo hice la guerra civil. Yo estuve con Franco, que era una buenísima persona, al que admiro mucho. Fui camillero en el Ebro. Y vi el desastre: árboles sin ramas y en cada rama, un trozo de brazo o de muslo. O chiquillos de 14 años con la cabeza atravesada por un balazo. Y fotos de las novias y de las madres, empapadas en sangre y en manos de moribundos. Y pinté, pinté lo que recuerdo como el primer día. Este cuadro no es mentira, es mi vida como yo la veo y mi tristeza de aquel tiempo como la recuerdo. De verdad. Yo no sé si esto es ingenuo, pero es muy triste. También estuve en la toma de Madrid y de Barcelona. No quise ser cabo. Me hirieron dos veces en la mandíbula y en los dientes. Me los saltaron. Nunca me los puse. Ahora, con este dinero [200.000 pesetas], me los voy a poner. Porque yo quiero comer lacón con grelos y me gusta el vino de la tierra. También juego a las quinielas y me tocaron tres premios pequeniños. No aún no fui a ver la exposición a la que presenté diez cuadros pero en cuanto termine de hablar con usted, me voy a escape.
Evacuación de heridos en la batalla del Ebro (1980): Recuerdo para los que fueron heridos en las terribles guerras del pasado. Evacuación por altas montañas inaccesibles a la locomoción.
En La batalla del Ebro, Manuel refleja una visión apocalíptica de los horrores de la guerra, que coincide con el testimonio de los supervivientes de aquella carnicería. Sobre los esqueletos, a los que acuden moscas azules, se levanta un remolino. Las campanas del cielo y de la tierra repican entre nubes invadidas por los colores de la batalla. En el remolino se lee: En el tiempo y en el espacio han sonado las campanas del cielo y de la tierra, pero no les hemos hecho caso
Este es un tema que todavía está por estudiar. La plasmación artística del recuerdo de la guerra y los efectos del shock postraumático en esos soldados que siguen siendo piezas anónimas en el discurso historiográfico sobre la guerra civil que todavía predomina hoy.

P.S. El gran sueño de Manuel era ir a Turín a conocer la Sábana Santa e iniciar una investigación para intentar descifrarla.

viernes, 2 de agosto de 2013

El Museo de la Memoria

Parque para la Preservación de la Memoria Histórica, Calama (Chile, 1999)
Fotografía de Gervasio Sánchez, de la serie Desaparecidos.

Un plebiscito en 1988 acabó con la dictadura pinochetista, iniciada con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Las intenciones de los militares quedaron claritas con las primeras declaraciones del general Gustavo Leigh, reencarnación setentera del general Mola: la labor del gobierno consistía en extirpar el cáncer marxista que amenazaba la vida orgánica de la nación, aplicando medidas extremas, hasta las últimas consecuencias. Pinochet era un ferviente admirador de Franco. De hecho, el discurso legitimador del golpe de estado de 1973 repetía punto por punto los tópicos manejados por el bando nacional en la guerra civil española: intervención extranjera, yugo marxista, etc... Los milicos se sacudieron el fantasma comunista a través de la tortura sistemática y el asesinato. Las similitudes entre los dos regímenes son grandes en este aspecto.

Las diferencias entre Chile y España llegan con la democracia. Aún con el Ejército velando la transición democrática, todavía con Pinochet de senador vitalicio, el Estado chileno democrático abordó la represión militar y la historia de los desaparecidos. Se creó una Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, que realizó un trabajo ímprobo de consultas documentales, entrevistas orales a perpetradores, víctimas y familiares. El informe de la Comisión (2004) es de acceso público a toda la ciudadanía. En este documento se recoge la microhistoria de cada uno de los centros de detención y tortura establecidos por todo el país. Todo este trabajo ha servido para que algunos de estos espacios arqueológicos se hayan reconvertido en memoriales para preservar el recuerdo de las víctimas de la vesania pinochetista.
El Estado de derecho no sólo busca la reconciliación sino que, sobre todo, quiere conocer la verdad.
 Parque para la Preservación de la Memoria Histórica, Calama. Placa conmemorativa.


En enero de 2010 se crea en Santiago de Chile el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos como un acto oficial de reparación y un espacio destinado a dar visibilidad a las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado de Chile entre 1973 y 1990, a dignificar a las víctimas y sus familias y a estimular la reflexión política y ética. Estos objetivos son asumidos por la Fundación del Museo, compuesta por académicos de universidades que cuentan con Centros de derechos humanos. También está integrado por organizaciones de defensa y promoción de los derechos humanos en Chile, como la Vicaria de la Solidaridad, la Casa de la Memoria y la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi. El origen del museo se encuentra en las recomendaciones del Informe Rettig, en las políticas de apoyo a la construcción de memoriales del presidente Ricardo Lagos (“No hay mañana sin ayer”) y en la decisión de la presidenta Michelle Bachelet de dar respuesta a las demandas de las organizaciones de familiares y de organismos de defensa de los derechos humanos cuyos archivos fueron declarados Memoria del Mundo por la UNESCO. Estos últimos se agruparon en la corporación Casa de la Memoria -integrada por la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), la Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), la Fundación de Protección a la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (PIDEE) y Teleanálisis.

El planteamiento museístico combina perfectamente la divulgación y exposición del proceso represivo con el respeto y dignificación de las víctimas. Guías jóvenes atienden a grupos que escuchan en silencio. Miles de fotografías cubren la pared central. En un espacio con velas simuladas el visitante puede acceder a la base de datos en la que se recogen los datos personales de las víctimas del régimen. Al pulsar nombre y apellidos se ilumina un retrato concreto entre miles de fotografías de seres que no son anónimos. Una señora mayor, conteniendo las lágrimas, le dice a su acompañante: éste era mi sobrino. En pequeños cuartos se puede visionar un conjunto de vídeos que recogen testimonios no sólo de supervivientes sino también de torturadores, con nombre y apellidos. Desde un punto de vista arqueológico, destacan las salas en las que se exponen y comentan objetos artísticos y testimonios gráficos elaborados por las víctimas en los centros de detención. La vida cotidiana bajo el terror es lo que más atrae el interés del público, con diferencia. Una megaexposición recuerda este año el cuarenta aniversario del golpe de Estado.
En el hall pequeños cajones individualizados recogen la microhistoria de las comisiones de la verdad creadas en muchos países del planeta: Liberia, Burundi, Uganda, Uruguay, Rumanía... docenas y docenas de países entre los que no está la marca España.
Salí de este Museo con un sentimiento encontrado; por un lado, se me acrecienta el respeto hacia un país que con un poeta a la cabeza acogió miles de exiliados republicanos españoles en 1939, que en 2013 acoge a trabajadores españoles con los brazos abiertos, sin xenofobia ni cortapisas, que es capaz de abrirse a la verdad de un pasado traumático muy reciente. Por otro lado, se me cae la cara de vergüenza sólo con mirar el escudo del Reino de España en mi pasaporte. Un reino que no es de este mundo.