viernes, 31 de mayo de 2013

Disparad sobre nosotros


Mi prima Manuela siempre que me ve me recuerda mi parecido físico con su tío Xosé, muerto en la guerra. Todo el mundo lo conocía como O Regueiriño. Con Domingo d'Alende y Antoniño do Turín formaban un trío famoso (tambor, gaita y bombo) en la comarca durante los años de la IIª República. La prima Manuela rescató del desván la última fotografía que se conserva de él, enviada desde Gijón. A Xosé le había tocado servir en el Regimiento de Infantería de Montaña nº 40. La fotografía (data del 21 de marzo de 1936) nos muestra a un amplio conjunto de chavales novatos delante del cuartel de Simancas, establecido en un antiguo colegio de jesuitas. Jóvenes campesinos, como Xosé, de ideología izquierdista, conformaban la carne de cañón empleada por el Ejército español en la guerra colonial de Marruecos, sin ir más lejos.

Esta fotografía en sepia transmite un aire fantasmagórico, no sólo porque todos estos chavales han fallecido ya, sino por la historia que vino después, con el golpe de estado de julio de 1936. El jefe de este regimiento, Antonio Pinilla Barceló, se unió al Alzamiento. Esta decisión del salvapatrias de turno condenó a Xosé y sus compañeros. El cuartel fue sitiado por las milicias republicanas. Es lo que se conoce en la propaganda fascista como el Asedio de Simancas. A diferencia del Alcázar de Toledo, el cuartel de Simancas fue ocupado el 21 de agosto de 1936 y los escasos supervivientes fueron fusilados en el acto. La heroicidad de estos muertos por Dios y por la Patria fue un recurso muy manido por el bando nacional, que recordó hasta la saciedad el último telegrama enviado desde el cuartel de Simancas al crucero Almirante Cervera: El enemigo está dentro. Diparad sobre nosotros.




Franco visitó las ruinas en septiembre de 1939 y concedió al edificio (!) la Cruza Laureada de San Fernando, que aún porta en el escudo el colegio religioso actual que ocupa el inmueble. El triunfo fascista conllevó la devolución de las ruinas a la Compañía de Jesús, la rehabilitación del edificio y la instalación en 1958 de un monumento (obra de Manuel Álvarez Laviada) en recuerdo de los héroes de Simancas, cuyos restos descansan en dos mausoleos dentro de la iglesia de la Inmaculada Concepción. El monumento recoge el lema: Disparad sobre nosotros. Dentro del instituto todavía se conserva una sala-museo instalada en la postguerra como recurso nemotécnico, como herramienta didáctica para inculcar los objetivos de la Cruzada en el alumnado de la Nueva España: una enorme maqueta del edificio en ruinas se complementa con fotografías del asedio y recuerdos del crucero Almirante Cervera.


Resulta que gracias a Antonio Pinilla Barceló, mi tío Xosé murió, no se sabe si abrasado por la gasolina ardiendo, por una explosión de dinamita, por un pepinazo de la artillería o acribillado por las balas. Resulta que el tío Xosé salvó a España, es un héroe, y todavía se lo agradecen unos devotos católicos (las hermandades de defensores de Oviedo y la División Azul) que organizan cada año una misa por el eterno descanso de todos los fallecidos durante la defensa del cuartel durante la guerra civil, de todos los fallecidos y asesinados por la banda terrorista ETA y de aquellos que murieron en misiones de paz. Resulta que el tío Xosé formó parte de lo que llaman la heroica Gesta de la Guarnición de Simancas.


La memoria familiar ha preservado una historia que no sabemos si es cierta: el tío Xosé, en un descanso del asedio, se incorporó para que le diese algo el aire y le dió un sorbo generoso a una botella de aguardiente, al pie de una de esas galerías decimonónicas que vemos en la imagen. En ese preciso momento, el disparo certero de un paco republicano acabó con vida en el acto. Mientras eso ocurría, su madre, viuda, solicitaba su vuelta a casa, en plan Salvad al soldado Ryan, porque los nacionales ya habían movilizado también a sus otros dos hijos.



Nunca en la vida llegó una pensión por la muerte heroica de su hijo, un hijo que debería de estar con la música en otra parte y no allí, sirviendo de carne de cañón a unos psicópatas salvapatrias. Sólo estoy seguro de una cosa: si el primo Xosé llega a ver o escuchar eso de Disparad sobre nosotros, seguro que se cagaría en Antonio Pinilla y en su puta madre.



martes, 28 de mayo de 2013

Guerra en la Universidad (Laboral)


Tras la Victoria, el fascismo convirtió a los obreros en productores, el nacionalcatolicismo abordó la redención de los rojos a través de su utilización como mano de obra esclava en la reconstrucción nacional, y el nacionalsindicalismo aspiró a materializar la revolución pendiente que acabase con la lucha de clases. Esta amalgama ideológica se concretó en iniciativas como la Universidad Laboral de Xixón, en una Asturias que había sido revolucionaria. Este edificio, diseñado por el arquitecto madrileño Luis Moya, constituye toda una escenografía monumental del ideario de la Falange. El yugo y las flechas recuerdan todavía el imperio hacia Dios en este prototipo de arquitectura fascista.

De hecho, el proyecto inicial contemplaba la creación de un orfelinato para hijos de mineros fallecidos, pero acabó convirtiéndose en el centro educativo más grande de España, portando el nombre del Ministro de Trabajo, José Antonio Girón. Gestionado por jesuitas y clarisas, el edificio acogía a hijos de obreros que así podían acceder a una formación profesional. Todo un espacio represivo de la educación nacionalcatólica, una arquitectura para domesticar los hombres del mañana. Vigilar y castigar.



El ideario fascista se plasma también en pequeños detalles, como esas estatuas-macho ibéricos que recogen los valores del Estudio, el Deporte, el Trabajo y la Guerra. En este sentido, recuerda muy mucho a otros recintos universitarios como los creados por el salazarismo en la Universidade de Coimbra, sin ir más lejos.



Curiosamente, en la construcción de este recinto participaron presos republicanos, pero también canteros gallegos que habían combatido en el bando nacional en el frente de Asturias. En nuestro trabajo etnoarqueológico por tierras de Cuntis (Pontevedra) pudimos entrevistar a muchos de estos canteros que participaron en el avance de las Columnas Gallegas hacia Oviedo, a pesar de ser de ideología izquierdista (el propio Líster pertenecía a una familia de canteros del pueblo de Calo). En la posguerra, trabajaron la piedra caliza asturiana, codo con codo con aquellos a los que disparaban pocos años antes. Estos canteros de los años 40 y 50 fueron también la mano de obra de un Régimen que condenó a sus hijos a la emigración en América, Suiza o Alemania. Ninguno de ellos tuvo acceso a la educación de la que presumía la dictadura con obras como la Universidad Laboral de Xixón.


Este fin de semana participamos en las jornadas sobre Arqueología Española en el Exterior organizadas en el museo Arqueológico de Asturias por la Asociación de Profesionales Independientes de la Arqueología de Asturias. Allí tuvimos ocasión de hablar sobre nuestro trabajo sobre Arqueología del colonialismo en Etiopía y Guinea Ecuatorial. El domingo nos acercamos a la Universidad Laboral (actual Ciudad de la Cultura) en donde se desarrollaba una interesante Jornada de Puertas Abiertas. La iniciativa incluía una visita a las antiguas cocinas del edificio. Entre el público había gente joven, profesionales de la hostelería, ex-alumnos del centro (en activo entre 1956 y 1996) y mucho dominguero como nosotros. En el discurso narcotizante e idealizado de la visita no hubo ni una sola palabra sobre quién, cómo y por qué se construyó este edificio. La domesticación continúa.


Posted by Xurxo Ayán y Sonia García.

lunes, 20 de mayo de 2013

Cartografía de un bombardeo


Fortificaciones republicanas de Alto de la Casilla. Plano de Antonio Franco Fernández.

Hemos comentado en otras ocasiones que la arqueología de la Guerra Civil Española raramente cambia lo que sabemos de la historia. Pero lo que indudablemente logra es hacernos ver las cosas de otra manera - en el sentido más literal. En la imagen podéis observar un plano de la posición republicana de Alto de la Casilla (Abánades), donde trabajamos en octubre de 2012. Además de excavar un tramo de trinchera y un abrigo - en el que aparecieron desde una granada Breda a una botella de Martini Rosso - topografiamos con la estación total todas las líneas de trinchera y los cráteres dejados por impactos de artillería, que son  todavía hoy perfectamente visibles.

Resistir en el Alto de la Casilla durante el año 1938 tuvo que poner a prueba los nervios de los soldados más veteranos. Por la documentación de la época sabemos que tanto está posición como la vecina del Vértice Cerro recibieron miles de impactos de artillería de todos los calibres, así como bombas de aviación. Pero ni una ni otra posición fueron abandonadas hasta la rendición final.

viernes, 17 de mayo de 2013

La guerra en 3D

Las nuevas tecnologías aplicadas a la arqueología no solo nos permiten documentar los restos del pasado de una forma mucho más completa, rápida y precisa. Además, nos ofrecen una visión fascinante y casi tangible del pasado. Podéis comprobarlo con la imagen tridimensional de un refugio republicano que excavamos en la última campaña arqueológica en Abánades. Nuestra compañera Patricia Mañana ha generado la imagen con las fotografías que tomamos durante la excavación y un software de diseño 3D. Para poder visualizarla, solo necesitais tener instalada la última versión (gratuita) de Adobe Acrobat Reader.

domingo, 5 de mayo de 2013

Recorrido emocional por el Destacamento de Bustarviejo


El intenso recorrido teatralizado por el penal franquista de Bustarviejo del 13 de abril nos trasladó, de manera involuntaria y por sorpresa, a algunas de las escenas más duras de los procesos de tortura, represión y coerción ejercidos a lo largo de la historia por todos los sistemas totalitarios en cualquier rincón del mundo.
La mañana comenzó con una escena en la que un grupo de antiguos presos del Destacamento de Bustarviejo, incluido el fantasma de un compañero, recordaban entre comida, bebida y anécdotas algunos de los momentos claves de su experiencia vivida en el penal. El diálogo, fundamentado en testimonios orales, trataba de representar las reuniones que durante años realizaban un pequeño grupo de expresos años después del cierre del penal. Y es que algunos de ellos nunca se marcharon de Bustarviejo, atrapados en un proceso dicotómico entre el desarraigo original y el arraigo surgido con el tiempo, fruto de la experiencia de represión sufrida en un mismo contexto histórico.
Y es que la mente humana, en un proceso de supervivencia psíquica, tiende a incorporar en la memoria individual algunos de los hechos más traumáticos vividos desde una perspectiva cotidiana con el paso del tiempo. Es esta cotidianeidad la que permite compartir con otras personas, supervivientes de procesos similares, algunos de los aspectos más crudos sufridos en el pasado en clave de ironía o anécdota. Este punto de partida de la experiencia teatral nos permitió aproximarnos de manera distendida a la violenta realidad sufrida en el espacio que ocupábamos en ese momento.

 Escena del grupo de antiguos presos del Destamento de Bustarviejo

Nuestro recorrido emocional había comenzado por el final de la historia, abriéndonos la puerta hacia un  profundo y poco familiar universo de represión, espectro, trauma y sensorialidad abyecta. 

El grupo, de unas cuarenta personas, se dirigía ahora al interior del Destacamento. En un rincón de uno de los barracones, que representaba una pequeña celda, se escenificó una adaptación de El Bataraz (Mauricio Rosencof). Ésta nos sumergió en una vivencia profunda de la experiencia inenarrable provocada por el aislamiento y la tortura psicológica. La luz, el frio, el olor y la humedad del lugar nos traspasaron a través de la piel y los sentidos transportándonos a un espacio de irrealidad, desesperación y locura únicamente acompañados por el retumbar de las palabras y los pensamientos de las víctimas en las que nos habíamos ya convertido cada uno de los espectadores.

Dos escenas de la representación de El Bataraz (Mauricio Rosencof)

Consternados continuamos caminando por el interior del barracón contiguo, donde una fuerte luz se colaba por cada uno de los vanos que el paso del tiempo había abierto en el tejado, dando a la ruina un ambiente frívolo y desolador. A nuestra izquierda tres escalones invitaban al reticente público a descender a la siguiente escena: era el tránsito de la psique al cuerpo.  

Barracón del Destacamento de Bustarviejo

En mitad de la escena una silla de madera, en una esquina un preso acurrucado y en las escaleras un capitán. La violencia psicológica es siempre acompañada de otro tipo de tortura: la física; nos encontrábamos ante la relación entre víctima y victimario ejemplificado en una magnífica adaptación de Pedro y el capitán (Mario Benedetti). La relación entre ambos nos aportaba la radiografía de la psicología del torturador en una intensa reflexión acerca del bien y el mal, la dignidad y los remordimientos. La distancia que separa a ambos es principalmente ideológica y ahí es donde se asientan las bases de otras diferencias como la moral, el coraje, la cobardía, el ánimo, el dolor humano y la brecha entre traición y libertad.

Escena de Pedro y el capitán (Mario Benedetti)

Detrás de cada acto hay siempre un ser humano y esta condición no es modificable por las circunstancias. Tras la materialización de la represión, a pesar de que pueda llegar a existir arrepentimiento, ya no se pueden cambiar los acontecimientos. Finalmente, y a pesar del dolor, la muerte no es inútil si el olvido está lleno de memoria y no nos dejamos seducir por el Gran Simulacro, versión de la historia y de la vida que propugnan los vencedores o aquellos que sustentan el poder.

Distintas escenas de la representación de Pedro y el capitán (Mario Benedetti)

Continuamos avanzado, dirigiéndonos a la puerta que daba paso al patio central del edificio. La fuerte luz del primer sol de primavera cegaba nuestros ojos después de más de una hora en la penumbra de los barracones.

Rezagad@ esperé al final para cruzar el nuevo umbral, pres@ de un mecanismo autómata de autoprotección, esperando presenciar la fase final de la tortura individual que estábamos viviendo. El resto del grupo, ya en el patio, se posicionaba de manera inconsciente lo más alejados posible de la nueva escena….el terror se había instalado en nuestros subconscientes.

En cambio, en medio del patio una actriz con una túnica negra y azul interpretaba con fuerza las palabras de ánimo y lucha extraídas de las vivencias de expres@s uruguayos. El azul es el color de la luz y éste era nuestro tránsito de la penumbra a la claridad, del silencio a la palabra y del miedo a la libertad.

  Escena de la interpretación de los textos de expres@s poetas de la dictadura uruguaya.
 
Sin darnos tiempo a reaccionar la luz había vuelto a nuestras vidas…… Gritad! .... y gritamos, tal vez tarde pero gritamos, como ahora también tarde, la luz comienza a iluminar sutilmente la Historia del oscuro episodio de la represión franquista.