miércoles, 16 de noviembre de 2011

Dos parisinas en Lillo: crónica de la caída del Puerto de San Isidro




Pico del Águila visto desde un puesto de tirador de Castiltejón


Peña Lázara y Castiltejón visto desde Pico del Águila
Estructura en Pico del Águila

La ofensiva franquista sobre el Puerto de San Isidro forma parte de un plan mayor que concierne Pajares, Tarna, Ventaniella,... Los datos no son siempre claros, y nos cuesta seguir el desarrollo de algunos acontecimientos. Sin embargo, el día 1 de Octubre de 1937, el periodista M.Sánchez del Arco, realiza una crónica telefónica para el ABC Sevilla que recoge el punto de vista franquista a dicha ofensiva. Sin duda, se trata de un testimonio muy valioso, no solo para conocer los aspectos más técnicos del ataque, sino también para valorar la implicación ideológica del mismo.

Partiendo del sector de Lillo, cuya población está a más de 1.300 metros de altura, emprendimos la ascensión al Pico del Águila, para presenciar la maniobra que ha de desbordar la resistencia de Valporquero, que es su verdadero nombre aunque un error haya llamado Malporquero en la carta de este frente al macizo por donde han franqueado el camino de Asturias las tropas del sector de Lillo.

El Pico del Águila es una de las antenas de la muralla de León. A muy pocos metros de ella tenían los rojos una avanzada, en la que han permanecido fortificados más de un año [se trata de la posición de Castiltejón]. Cuando hace días rompimos la línea enemiga, la posición fue abandonada más que de prisa. Los rojos se vieron envueltos y la abandonaron. Sus alambradas, sus refugios, sus parapetos, de nada sirvieron a los que no se atrevieron a resistir en ella, que esquivando el ataque huyeron sin resistir a la maniobra. Lo que en esta pequeña posición ocurrió debería ser aleccionador para los rojos si se pararan un poco a recoger las enseñanzas de la guerra. Más avisados los de la posición roja que existía al norte de Valporquero, la abandonaron, salvando por lo menos la vida, que si bien se mira, es lo más, porque ante el hecho sustancial de vivir, lo demás es objetivo para ellos.

Como consecuencia de nuestra progresiva presión en este frente, hemos continuado el camino de Valporquero emprendiendo la marcha hacia unos crestones graníticos llamados Las Agujas, altos y grises monolitos que son como espinas del arisco paisaje. ¿Hasta donde vamos por estas crestas? Los rojos están desconcertados y no aciertan a comprender la razón de nuestros movimientos. Por la derecha de nuestro observatorio aparecieron ayer unas columnas en desconcertante marcha. El pueblo de Gofiñan quedó abandonado por los rojos. No bajamos a él para nada, y la marcha siguió por una cornisa de piedra, bordeadas por bosques de viejos robles.

Por la izquierda marchaba otra columna. Sigue el tiempo guardando una neutralidad que nos favorece. Con que no estorbe nos conformamos. El día, clarísimo, permite seguir el movimiento de las columnas en las cresterías de roca que se pierden en las regiones astures, recortándose la silueta de los hombres del general Aranda con ágiles movimientos.

Al mediodía, los ilustres generales Jefes del Ejército del Norte y del octavo Cuerpo, coincidieron en el Pico del Águila, y estuvieron contemplando las maniobras de las dos columnas mandadas por prestigiosos jefes.

Unas baterías enemigas nos obsequiaban con sus disparos, que querían batir Lillo. Sobre nuestras cabezas pasaban las granadas en parábolas de inutilidad, para estallar a la espalda, desconchando piedras de las barrancadas y desgajando ramas de robles. Llegaron hasta aquí los periodistas extranjeros, que desde hace unos días son testigos de cómo se hace la guerra de montañas; entre ellos venían dos señoras enviadas a este frente por periódicos parisinos. Podrán reflejar emocionantes escenas de la guerra de España; podrán decir como nuestros generales llegan hasta los mismos picos donde nuestros soldados luchan; podrán referir que un ejército regular, con moral altísima, se bate contra unas hordas y un batallón que se llama en homenaje a un agitador soviético “Silvino Morán”, que quieren cerrar el paso de las unidades españolas con nombres de gloriosa tradición. Con la verdad que ellos ignoran, diremos nosotros cuán animosamente subieron al Pico del Águila y como las dos bellas camaradas debieron sonreir bajo las granadas que, en arco poco galante, pasaban sobre ellas. Sámchez del Arco.” (ABC Sevilla, 1 Octubre 1937).

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